viernes, 24 de febrero de 2023

Carnaval 1ª Parte

 




¡Buen día! Hace mucho que no pasaba por aquí. Las razones son personales por un lado. Pérdidas de seres queridos y todo lo que envuelve a esa situación. Y el desánimo por las circunstancias que nos toca al vivir pos-pandemia.

Aún así hoy me toca evaluar un poquito el Carnaval de Rio 2023. Y en un futuro no dejar atrás al fabuloso también Carnaval de SP.

Más allá de comentar vestuarios, resultados, etc. Lo que me importa es la conciencia popular brasileira durante y después del carnaval. Hay gente que no se identifica con el carnaval. Debe sucederles a esas personas como a mí que no me identifico para nada con un festival de Tango, aunque por supuesto de mi parte, lo respeto porque soy una musicóloga amateur con muchos años en la música popular y brasileira y considero que a todos nos gusta que nos respeten lo que amamos o a lo que nos dedicamos dentro del área de la cultura.

Durante el gobierno de Bolsonaro además del vendaval de dificultades que se vivió en el área de salud, la cultura fue la primera cabeza en caer. Ya sabemos de qué van los políticos y sus “conjuntos” de adeptos, de sostener una idea y sacar el mayor provecho posible para sí mismos, su ideología y entorno. El carnaval fue carne de cañón para el oficialismo de aquellos días. Nada que tenga que con la religión “evangélica” (línea supuesta)  aliada al gobierno de turno, puede quedar en pie.

Y el carnaval más allá de los tejes y manejes de los directorios, sponsors, de las escolas, es una forma de vida, es alegría, y es el trabajo de muchos.  Fue lo más detestado por la gestión de Bolsonaro y su troupe. Manifestaciones no ligadas al fanatismo religioso que era impuesto por el lado fuerte y pago de los que apoyaban a ese gobierno (que daban pena o miedo) querían sepultar el carnaval, las religiones afro brasileiras y otras religiones y todo lo que tenga que ver con el arte, con la cultura.




El carnaval sufrió la pandemia. Teniendo en cuenta que son familias enteras, la comunidad quienes se preparan laboralmente para sacar sus vidas adelantes. El “barracão” es un hogar, una oficina, un edificio de trabajo, de esfuerzo. Es la casa de los sueños. Allí familias entras, trabajan, bailan, cosen, construyen las alegorías, etc. Quien maldijo el carnaval no sabe el daño que hacía. Es difícil ponerse en el lugar del otro. Pero no es imposible pensarse en “buena gente” y el eterno deseo de “vivir y dejar vivir”.

Así como el mundo estuvo azotado por la pandemia y con tanta gente querida que se fue, así también el pueblo de las escolas lo vivieron. Mucha gente se fue. Pude ver, seguir desde las redes sociales, el efecto de la compasión, entrega, la lucha constante por reunir ayudas sociales basadas en bolsones de alimentos para la comunidad. Para que nadie pasara hambre. Para aguantar hasta que la maldita pandemia se fuera. Vi lágrimas, amor, camaradería para salir adelante. Los carnavales, obvio se postergaron. Algunos deportes amateurs se postergaron. El fútbol a nivel mundial se quería sostener en la grandeza del deporte que hace millonaria a la gente y da mucho poder.

Hasta aquí la primera parte de lo que se vivió.

Luego vendrían las elecciones. Un nuevo gobierno. Ganó Lula.

Quiero aclarar que lo que yo amo es la cultura. Esa es mi camiseta. Admito que Bolsonaro me parecía un buen tonto y peligroso en sus ironías y decisiones, casi el mismo caso que el presidente que tenemos ahora en Argentina. Pero Lula…si el mismo que anda y canta, el que “es corrupto” dicen los repetidores, pagó en la cárcel su osadía de pensar en el pueblo del nordeste y sumar en las áreas de cultura. Lula ganó. A lo mejor el brasilero bolsonarista debe pensar “que pecado”, pero bueno lo eligió de nuevo la mayoría del pueblo brasilero. Por algo será. El pueblo más que nunca festejaría un carnaval no tan eterno pero sí con aires de otro tipo de democracia.




Por favor lean bien mis palabras.

Se postergó el carnaval de 2021 durante la pandemia. Se retomó un carnaval en el 2022. Fue un carnaval con pocos recursos. Debido a que algunos “gobernadores” eran bolsonaristas y como el gobierno no apoyaba la “fiesta pagana” (hasta decían que era satánica, pobrecitos) por su perfil de “evangélicos” y amargados, obvio, los recursos anda a saber a donde fueron porque para el pueblo y servicios no, pero seguro que más de un pastor se hizo pudiente sin contar los políticos del oficialismo.

Querer sepultar el Carnaval es condenarse a perderlo todo. Hay una fuerza en el carnaval. Es afro-indio-portugués. Es pueblo. Quien solo mira Europa, se lo pierde. Es historia. Es un simple placer de pocos días. Pero es trabajo, es comunidad, es legado. Y por si fuera poco es un síntoma de felicidad en la cicatriz profunda de América Latina. Por eso me gusta el carnaval. Por eso me gusta el arte, porque el carnaval es vivir con arte. Y ser parte. Ahora sí vamos con el Carnaval 2023. 


Cristina "Crim Báez" pesquisadora y divulgadora de música popular brasileña


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